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Sobrevivientes. El Dios de nuevas oportunidades!

Iglesia Cristiana Evangélica

SOBREVIVIENTE/S (Persona que sale con vida de una situación de extremo peligro. Se denomina superviviente o sobreviviente a aquella persona que logra mantenerse con vida en situaciones adversas y que por lo general habrían causado su muerte)

Romanos cp. 8 vs.1 – Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.

Nosotros, usted y yo andamos en el Espiritu, no tenemos condenación, somos herederos directos de la vida eterna. El mundo, el que no le conoce, ha sido condenado solo resta arrepentimiento verdadero. Absolutamente nadie, puede juzgarte, porque el Maestro pago precio con sangre por ti y por mí. Somos salvos por gracias.

JUAN cp.8 “Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo”. Y como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.

Estaba Jesús enseñando en el templo, cuando los escribas y los fariseos llegaron con una miserable mujer sorprendida en el acto mismo del adulterio. La sorprendieron in fraganti. Dice la historia que sin ningún tipo de reparos estos hombres hicieron un espectáculo público. “Pusieron a la mujer en medio de toda la gente.” (Juan 8:3).

Alguien dijo en cierta ocasión que la vida cristiana es una serie de nuevos comienzos, y así es. Nuestro señor Jesús es un Dios de nuevas oportunidades el cual está dispuesto a brindarnos su ayuda para reconstruir nuestra vida. La historia relatada en este capítulo nos brinda una serie de enseñanzas espirituales referentes a la salvación y nos muestra como Dios lejos de querer condenarnos está dispuesto a brindarnos una nueva oportunidad.

No sé si ustedes están de acuerdo conmigo, pero este fue un acto carente de toda ética y decencia humana de parte de estos hombres. No mostraron ni el más mínimo sentido común. Si en verdad ellos buscaban una solución al problema, un veredicto justo, mejor hubieran consultado a Jesús de forma privada. No era necesario que esta mujer fuera doblemente humillada. Pero están los que disfrutan humillar a los demás.

Y sin ningún reparo le dijeron al Señor: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?”. (Juan 8:4-5).

Efectivamente la ley de Moisés condenaba a pena de muerte [por lapidación], a los hombres y a las mujeres que fueran sorprendidos en el mismo acto de adulterio [infidelidad matrimonial] (Levítico 20:10; Deuteronomio 22:22).

Pero intencionalmente los escribas y fariseos alteraron y acomodaron el mandamiento de la ley para sus propios propósitos. No buscaban justicia, sino causa para acusar a Jesús. que lo comprometiera para después usarlo en su contra.

Ellos debieron llevar esta mujer al Sanedrín, que era el tribunal competente para juzgar estos casos, sin embargo, la trajeron a Jesús a la vista de todos, para poner públicamente en aprietos al Maestro. El apóstol Juan comenta en su relato, que “Ellos decían esto para ponerle una trampa, y así poder acusarlo.” (Juan 8:6).

Los escribas y fariseos creyeron que habían metido en una encerrona a Jesús. Si decía que apedrearan a la mujer, hubiera perdido su reputación de hombre compasivo y perdonador; y lo acusarían con los romanos de incitarlos a matar a una mujer adúltera, cuando la ley romana no incluía el adulterio como causa de pena capital.

Y si no condenaba a la mujer pecadora, entonces los judíos lo acusarían de condonar y fomentar el adulterio, quebrantando la ley de Moisés. Así tendrían una causa para declarar a Jesús como blasfemo por no aceptar y obedecer la ley sagrada.

Sin embargo, la trampa se convirtió en un bumerán para ellos, porque como decimos, Jesús puso la papa caliente en sus manos. El Señor les dio la responsabilidad a ellos de ejecutar la sentencia contra la mujer pecadora cuando les dijo: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” (Juan 8:7).

El Señor no rebajó las demandas de la ley sagrada; más bien los invitó a “tirar la primera piedra”. Así que no lo podían acusar de no apoyar la ley. Pero las condiciones que puso impidieron que alguno de ellos apedreara a la mujer. Los confrontó con su propio pecado, demostrándoles que ellos no eran testigos cualificados para ejecutar la sentencia contra aquella mujer, aun cuando la hubieran sorprendido in fraganti [en el mismo momento en que cometía el delito]

“Pero ellos, al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.” (Juan 8:7, 9).

Jesús le dijo a la mujer, si los que te acusaban se fueron y no te condenaron, “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. (Juan 8:11).

Es un error pensar que Jesús perdonó con ligereza el pecado de aquella mujer, como si el pecado no tuviera importancia. Más bien el Señor le estaba diciendo a aquella mujer: «Yo pudiera apedrearte; pero no voy a dictar una sentencia definitiva ahora; ve, y demuestra que puedes salir de esa vida de pecado. Has pecado; vete, y no lo vuelvas hacer más.” Es evidente que lo que el Señor le ofrece a esta mujer es la salvación y una salida de su vida de pecado, como un día lo hizo con nosotros.

La difícil situación que expuso a esta mujer al borde de la misma condenación debió haber quebrantado el corazón al darse cuenta que su pecado la había arrastrado hasta su perdición, sin embargo, las palabras vete, y no peques más nos hablan de la maravillosa misericordia de un Dios que está dispuesto a darnos una nueva oportunidad si realmente nos arrepentimos de nuestros pecados y nos apartamos de él.

El perdón de Jesús es un acontecimiento nuevo, supone un cambio, una fractura en la vida de la pecadora. «Antes» y «ahora» son dos realidades distintas. En el «antes» reina el pecado, en el «ahora» sobreviene gratuitamente el perdón misericordioso de Dios. Es precisamente ese perdón, como acontecimiento transformador, el que hace posible que la mujer «ya no peque más». No se trata simplemente de un «venga, inténtalo», sino de la gracia de Dios que viene a nuestra vida para hacer posible el arrepentimiento. El ser humano sin Dios no puede salir del círculo vicioso del pecado; el amor de Dios se derrama sobre él en forma de perdón para darle la posibilidad de romper este círculo y recomenzar de nuevo.

De este incidente aprendemos cuatro grandes verdades. A esta mujer la ley levítica la condenaba, pero la gracia y la misericordia de Dios, revelada en Cristo, la alcanzaban.

Les dejo estos versículos para afirmar nuestra confianza en el perdón y sustento.

Salmos 55:22 «Confía al Señor todas tus preocupaciones, porque él cuidará de ti; él nunca permitirá que el justo quede derribado para siempre.»

Isaías 41:10 «No temas, estoy contigo. Yo soy tu Dios, no tengas miedo. Te fortaleceré, sí, te ayudaré. Te salvaré con mi mano victoriosa.»

Dios les bendiga queridos hnos/as de CDD Tu Casa San Antonio Oeste.

 

Iglesia CDD TU CASA – Pr. Horacio León

 

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