La historia de Eliseo empieza en 1 Reyes 19:14-21 cuando Dios le dice a Elías que unja a Eliseo como el profeta que lo reemplazará. En este pasaje leemos que Elías encuentra a Eliseo arando un campo con un par de bueyes e inmediatamente arroja su manto sobre Eliseo como invitación a seguirle. Eliseo inmediatamente obedece, quema su arado, cocina los bueyes y se los da a sus amigos para comer. Eliseo mostró un compromiso absurdo hacia Elías. No tardó en obedecer ni se alejó para tomarse un tiempo y pensarlo, no escribió una lista de ventajas y desventajas ni se fue por lo seguro. Dijo sí inmediatamente al llamado de Dios a través de Elías.
El compromiso absurdo de Eliseo muestra que el costo de seguir a Dios es grande, pero el de no seguirlo es aún mayor. Más aún, el compromiso de Eliseo fue completo. Quemó sus arados, sacrificó sus bueyes y dejó atrás la herencia de su familia. Dejó de lado todo lo que conocía y amaba. Eliseo nos muestra que para ir hacia nuestro destino, tenemos que salir de nuestra zona de confort. ¿Su compromiso con Dios es inmediato y completo como el de Eliseo? ¿De qué necesita alejarse con el fin de empezar a acercarse a su destino?
Elías se acaba de enterar de la noticia: el rey Acab ha muerto. Nos imaginamos al anciano profeta peinándose la barba con los dedos mientras piensa, quizás con la mirada perdida, en todas las ocasiones en las que se ha enfrentado a ese malvado rey. ¡Cuánto ha tenido que aguantar Elías! En muchas ocasiones, Acab y su esposa, la reina Jezabel, lo amenazaron, lo persiguieron y hasta intentaron matarlo. Y el rey no hizo nada para impedir que Jezabel diera la orden de asesinar a muchos profetas de Jehová. La pareja también conspiró para matar por pura codicia a Nabot, un hombre inocente y bueno, así como a sus hijos. Debido a eso, Elías proclamó un mensaje de condena de Jehová contra Acab y sus descendientes. Ahora, las palabras de Dios se han hecho realidad. Acab ha muerto tal como Jehová había predicho (1 Reyes 18:4; 21:1-26; 22:37, 38; 2 Reyes 9:26).
Sin embargo, Elías sabe que debe seguir aguantando. Jezabel todavía está viva y su terrible influencia sigue corrompiendo a su familia y al pueblo. A Elías aún le esperan otros retos y tiene mucho que enseñarle a Eliseo, su compañero y sucesor. Ahora hablemos de tres de las últimas tareas que Elías realizó. A medida que veamos cómo le ayudó su fe a aguantar, pensemos en cómo podemos fortalecer nuestra fe en estos tiempos tan difíciles.
La condena a Ocozías. Ocozías, el hijo de Acab y Jezabel, es el nuevo rey de Israel. En lugar de aprender de los errores de sus malvados padres, sigue sus mismos pasos (1 Reyes 22:52). Ocozías también adora a Baal. El culto a Baal corrompe a todos los que lo practican, pues promueve la prostitución en los templos y hasta el sacrificio de niños. ¿Habrá algo que motive a Ocozías a cambiar? ¿Ayudará al pueblo a abandonar esa horrible conducta y ser leal a Jehová?
De repente, la tragedia alcanza a este arrogante rey. Se cae por el enrejado de su habitación de la azotea y resulta gravemente herido. A pesar de que su vida está en riesgo, no busca a Jehová ni siquiera para pedirle ayuda. Más bien, envía a unos mensajeros a la ciudad filistea de Eqrón para preguntarle al dios Baal-zebub si tiene alguna esperanza de recuperarse de la caída. Para Jehová, esto ya es demasiado. Así que envía a un ángel a decirle a Elías que vaya a encontrase con los mensajeros. El profeta entonces les da un impactante mensaje para el rey. Ocozías ha cometido un pecado muy grave al actuar como si en Israel no hubiera Dios. Por eso, Jehová predice que Ocozías seguirá en su cama hasta que muera (2 Reyes 1:2-4).
Ocozías no muestra ninguna señal de arrepentimiento, y les pregunta a los mensajeros con tono exigente: “¿Cuál era la apariencia del hombre que subió a su encuentro y entonces les habló estas palabras?”. Ellos le describen la vestimenta sencilla del profeta, y Ocozías dice al instante: “Fue Elías” (2 Reyes 1:7, 8). Vale la pena mencionar que Elías lleva una vida sencilla, centrada en el servicio a Dios, por eso es fácil identificarlo por la descripción de su ropa. Obviamente, no se puede decir lo mismo de Ocozías, quien solo piensa en las cosas materiales, igual que sus padres. El ejemplo de Elías nos recuerda que debemos seguir el consejo de Jesús de tener un ojo sencillo, es decir, llevar una vida enfocada en lo que realmente importa (Mateo 6:22-24).
Sediento de venganza, Ocozías envía a un grupo de 50 soldados dirigidos por un jefe para capturar a Elías. Cuando encuentran a Elías “sentado sobre la cima de la montaña”, * el jefe de los soldados le exige en el nombre del rey que baje, seguramente para matarlo. ¡Imagínese! Aunque saben que Elías es un “hombre del Dios verdadero”, estos soldados creen que está bien asustarlo y amenazarlo. ¡Qué equivocados están! Elías le dice al jefe de los soldados: “Bien, si soy hombre de Dios, que baje fuego de los cielos y se los coma a ti y a tus cincuenta”. Entonces, Dios actúa. En ese momento cae “fuego de los cielos” y los devora a todos (2 Reyes 1:9, 10). El trágico final de esos soldados nos recuerda que Jehová toma medidas cuando alguien trata con desprecio y falta de respeto a sus siervos (1 Crónicas 16:21, 22).
A continuación, Ocozías envía a otro jefe con sus 50 soldados. Este segundo jefe es aún más atrevido que el primero. Para empezar, no ha aprendido nada de la muerte de los otros 51 hombres, aunque sus cenizas todavía se ven esparcidas en la montaña. Por otro lado, no solo repite la orden que el primer jefe dio a Elías de bajar, sino que le exige que lo haga de inmediato. ¡Qué atrevimiento! El resultado es que estos hombres mueren igual que los del primer grupo. Quien demuestra ser todavía más imprudente es el rey. Sin importarle nada de lo que está pasando, envía a un tercer grupo de soldados. Menos mal que el jefe de este tercer grupo es un hombre más inteligente. Con actitud humilde se acerca a Elías y le ruega que les perdone la vida. Elías es un hombre de Dios y sin duda refleja la misericordia de Jehová en su manera de responderle. El ángel de Jehová le dice a Elías que vaya con los soldados. Elías obedece y luego repite las palabras de Jehová sobre lo que le pasará al rey. Todo esto se cumple, y Ocozías muere. Su reinado solo ha durado dos años (2 Reyes 1:11-17).
El jefe de los soldados que fue humilde le ruega a Elías que tenga misericordia. Elías reflejó la misericordia de Jehová al tratar con el jefe de un grupo de soldados.
¿Cómo pudo aguantar Elías a pesar del comportamiento terco y rebelde de quienes lo rodeaban? Esta pregunta es muy importante hoy día, ¿verdad que sí? ¿Se ha sentido frustrado alguna vez cuando alguien a quien quiere se niega a hacer caso a los consejos e insiste en seguir un mal camino? ¿Cómo se puede aguantar una decepción como esa? Podemos aprender mucho del hecho de que Elías estuviera en “la cima de la montaña” cuando los soldados lo encontraron. No podemos asegurar por qué estaba allí Elías, pero sí sabemos que era un hombre de oración. Por eso, es posible que la quietud de ese lugar lo ayudara a acercarse más a su amado Dios (Santiago 5:16-18). Nosotros también podemos buscar oportunidades para estar solos y hablar con Dios usando su nombre mientras le confiamos nuestros problemas y preocupaciones. Si hacemos esto, podremos aguantar cuando quienes nos rodean se comporten de forma imprudente o autodestructiva.
Nombra a un sucesor Ahora ha llegado el momento de que Elías nombre a su sucesor. Veamos lo que pasa. Elías y Eliseo están saliendo de Guilgal cuando Elías le dice a Eliseo que se quede allí y que él se irá solo a Betel, que queda a unos 11 kilómetros (7 millas). La respuesta de Eliseo es firme: “Tan ciertamente como que vive Jehová y como que vive tu alma, yo ciertamente no te dejaré”. Los dos llegan a Betel y entonces Elías le dice a Eliseo que viajará solo a Jericó, una ciudad a unos 22 kilómetros (14 millas) de distancia. Enseguida, Eliseo le responde lo mismo que antes. Por tercera vez se repite la misma escena. Ahora están en Jericó y van a empezar el viaje hacia el río Jordán, que está a unos 8 kilómetros (5 millas). De nuevo, Eliseo se mantiene firme. ¡No piensa dejar a Elías! (2 Reyes 2:1-6).
Eliseo está demostrando una cualidad muy valiosa: amor leal. Esa es la clase de amor que Rut le demostró a Noemí, un amor que se manifiesta apegándose a algo o a alguien y negándose a abandonarlo (Rut 1:15, 16). Todos los siervos de Dios necesitamos esta cualidad, y hoy más que nunca. ¿Le damos la misma importancia que le dio Eliseo?
Seguro que a Elías le conmueve ver el amor leal de su joven compañero. Por demostrar esta cualidad, Eliseo tiene el honor de ver el último milagro de Elías. A orillas del río Jordán, un río que tiene corrientes rápidas y es profundo en algunas zonas, Elías golpea el agua con su prenda de vestir oficial. ¡Y el río Jordán se divide! Además, el milagro lo ven “cincuenta hombres de los hijos de los profetas Después de cruzar el río Jordán, Elías le dice a Eliseo: “Pide lo que he de hacer por ti antes que sea quitado de ti”. Elías sabe que ha llegado el momento de su partida. No siente envidia de su joven amigo ni le molesta que esté a punto de disfrutar de prominencia y privilegios. Más bien, Elías desea ayudarlo en lo que haga falta. Eliseo hace una sola petición: “Por favor, que dos partes de tu espíritu vengan a mí” (2 Reyes 2:9). Esto no significa que quiera el doble de espíritu santo que ha recibido Elías. Lo que está pidiendo es una herencia como la de un hijo primogénito, que por ley recibe el doble que los demás por las nuevas responsabilidades que debe cumplir como cabeza de familia (Deuteronomio 21:17). Como es el heredero espiritual de Elías, sabe que necesita el espíritu valiente del profeta para cumplir con su comisión.
Humildemente, Elías deja la respuesta en manos de Jehová. Le dice a Eliseo que si Jehová le permite ver cómo se lo lleva, recibirá lo que ha pedido. Luego, mientras los dos amigos van andando y conversando, pasa algo extraordinario (2 Reyes 2:10, 11).
La amistad que tenían Elías y Eliseo seguramente los ayudó a aguantar en los momentos difíciles
En el cielo aparece una extraña luz que se acerca cada vez más. Se oye un rugido, un ruido estruendoso parecido al de un fuerte viento cuando se avecina una tormenta. Un objeto brillante pasa a toda velocidad al lado de los dos hombres y los obliga a separarse. Los dos quedan aturdidos. Lo que acaban de ver es un carro que resplandece como si fuera de fuego. Elías sabe que ha llegado su hora. ¿Se subirá al carro? El relato bíblico no lo dice. En cualquier caso, Elías empieza a elevarse por los aires más y más alto hasta que el fuerte viento se lo lleva.
Eliseo se queda estupefacto contemplando la escena. Al ver este increíble espectáculo, Eliseo sabe que Jehová le concederá las dos partes del espíritu valiente de Elías. Pero está demasiado triste como para pensar en eso. No sabe adónde ha ido su amigo y probablemente tampoco tiene esperanzas de volver a verlo. Eliseo grita: “¡Padre mío, padre mío, el carro de guerra de Israel y sus hombres de a caballo!”. Eliseo ve cómo su amado mentor va desapareciendo en la distancia; luego se rasga la ropa para expresar su tristeza (2 Reyes 2:12).
Mientras Elías va ascendiendo, ¿escuchará el grito desesperado de su amigo? ¿Derramará alguna lágrima? Sea lo que sea, seguramente está convencido de que tener un amigo como Eliseo lo ha ayudado a aguantar en los momentos difíciles. Hacemos bien en imitar el buen ejemplo de Elías y buscar la amistad de personas que aman a Dios y quieren hacer su voluntad.
Eliseo se queda mirando mientras Elías empieza a elevarse por los aires. Jehová transfirió a Elías al lugar donde cumpliría su nueva misión.