PROPÓSITOS: DE LO MALO, HACIA EL BIEN Gen.50:21.21
- Determinación firme de hacer algo. «me he hecho el propósito de dejar de fumar» – 2. Objetivo que se pretende alcanzar.
ROM.8:28 – Dios es soberano y omnisciente. Él sabe todas las cosas desde la eternidad y hasta la eternidad, nada de lo que nos sucede le sorprende a él. Debemos confiar siempre en que, si él permite algo en nuestras vidas sea bueno o sea malo, fácil o difícil, él nos acompañará y nos ayudará a superar la situación. ¡Contamos con su presencia! Aun cuando no veamos una solución clara nuestra fe debe estar puesta solo en Dios y en su bondad en medio de esa circunstancia. El gran amor del Señor nos sostiene en medio de las dificultades y permanece por siempre. No importa si llegan angustias o enemigos a nuestra vida porque no tenemos que hacerles frente solo. El Señor está con nosotros y él nunca nos abandonará. Aún más, él tiene un propósito bueno en medio de esa situación y puedo vivir fortalecido y firme en esa confianza.
José fue el undécimo hijo de Jacob, su primer hijo con Raquel, su esposa favorita. La historia de José se encuentra en Génesis 37-50. José como un joven de 17 años de edad que regresaba de apacentar el rebaño con sus medios hermanos para darle a Jacob un mal informe acerca de ellos. También se nos dice que Jacob «amaba a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores» (Génesis 37:3). Los hermanos de José sabían que su padre amaba a José más que ellos, haciendo de esto un motivo para odiarlo (Génesis 37:4). Para empeorar las cosas, José comenzó a relatar sus sueños a la familia, que eran unas proféticas visiones que mostraban que José un día gobernaría sobre su familia (Génesis 37:5-11).
El rencor hacia José alcanzó su punto máximo cuando sus hermanos conspiraron para matarlo en el desierto. Rubén, el primogénito, se opuso rotundamente al asesinato y sugirió que lo lanzaran en una cisterna, puesto que tenía previsto volver y rescatar al muchacho. Pero, en la ausencia de Rubén, algunos comerciantes pasaban, y Judá propuso vender a José como esclavo; los hermanos lograron su cometido antes de que Rubén pudiera rescatarlo. Los hermanos tomaron la túnica de José, y después de sumergir la túnica en sangre de cabra, engañaron a su padre para que pensara que su hijo favorito había sido devorado por alguna bestia salvaje (Génesis 37:18-35).
José fue vendido por los comerciantes a un egipcio de alto rango llamado Potifar, y eventualmente se convirtió en el supervisor de la casa de Potifar. José sobresalió en sus funciones, se convirtió en uno de los siervos de mayor confianza de Potifar, y fue puesto a cargo de su casa. Potifar podía ver que cualquier cosa que hiciera José, Dios estaba con él y prosperaba en todas las cosas que hacía. Lamentablemente, la esposa de Potifar trató de seducir a José. José constantemente se negaba a sus insinuaciones, mostrando honor para el amo que le había confiado mucho y diciendo que sería un «grande mal, y pecaría contra Dios» si se acostara con la esposa de Potifar (Génesis 39:9) Con mucha ira, ella acusó falsamente a José de intento de violación, y Potifar lo puso en prisión (Génesis 39:7-20).
En la cárcel, José nuevamente fue bendecido por Dios (Génesis 39:21-23). José interpretó los sueños de dos de sus compañeros de prisión. Ambas interpretaciones resultaron ser verdaderas, y luego uno de los hombres fue liberado de la cárcel y restaurado a su posición como copero del rey (Génesis 40:1-23). Dos años más tarde, el propio rey tuvo algunos sueños que lo perturbaban, y el copero recordó el don que tenía José de interpretar sueños. El rey llamó a José y le contó sus sueños. De acuerdo a los sueños del faraón, José predijo siete años de cosechas abundantes seguidos por siete años de una severa hambruna en Egipto y aconsejó al rey para que empezara a almacenar grano como parte de una preparación para la próxima escasez (Génesis 41:1-37). Por su sabiduría, José se convirtió en gobernante de Egipto, segundo después del rey. José estaba encargado de almacenar alimentos durante los años de abundancia y se lo vendió a los egipcios y extranjeros durante años de hambruna (Génesis 41:38-57). Durante estos años de abundancia José tuvo dos hijos, Manasés y Efraín (Gén 41:50-52).
Cuando el hambre azotó, incluso Canaán fue afectada. Jacob envió a diez de sus hijos a Egipto para comprar grano (Génesis 42:1-3). Mientras estaban en Egipto, los hombres se reunieron con su hermano perdido, a quien ellos no reconocieron. Sin embargo, José reconoció a sus hermanos. Los probó acusándolos de ser espías. Los encerró durante tres días y luego los liberó a todos excepto a uno, enviándolos con grano para sus hogares y pidiéndoles que volvieran con su hermano menor (Génesis 42:6-20). Sin saber aún la identidad de José, los hermanos fueron afligidos con la culpabilidad por haber vendido su hermano años antes (Génesis 42:21-22). José escuchó su discusión y se apartó a llorar (Génesis 42:23-24). Él mantuvo a Simeón y envió a los demás por su camino, devolviendo secretamente el dinero en sus sacos de grano (Génesis 42:25). Cuando los hermanos más adelante se dieron cuenta que les habían regresado el dinero, temieron aún más (Génesis 42:26-28, 35). Una vez en casa, le dijeron a Jacob todo lo que les había sucedido. Jacob lloró de nuevo la pérdida de José y a eso añadió la pérdida de Simeón. Jacob se negó a enviar a Benjamín, a pesar de la promesa que Rubén hizo diciendo: Harás morir a mis dos hijos, si no te lo devuelvo; entrégalo en mi mano, que yo lo devolveré a ti (Génesis 42:35-38).
El hambre llegó a ser tan grave que Jacob aceptó. Judá persuadió a Jacob que enviara a Benjamín con él, dando su propia vida como garantía (Génesis 43:1-10). Jacob estuvo de acuerdo, enviando también de las mejores frutas y el doble del dinero para el grano (Génesis 43:11-14). Cuando José vio a los hombres, ordenó a sus siervos que sacrificaran un animal y prepararan una comida para que José cenara con sus hermanos (Génesis 43:15-17). Temerosos por la invitación a la casa de José, los hermanos se disculparon con el mayordomo de José por el dinero que había sido devuelto la primera vez. El mayordomo de José los tranquilizó y trajo a Simeón (Génesis 43:18-25). Cuando José regresó, los hermanos se inclinaron ante él, cumpliendo su profecía anterior (Génesis 43:26). Les preguntó sobre el bienestar de su familia y de nuevo lloró, esta vez entrando en su cámara (Génesis 43:27-30). Cuando los hombres se sentaron a comer, en una mesa aparte de José, se quedaron sorprendidos de ser puestos en la mesa por orden de nacimiento. A Benjamín le dieron le dieron cinco veces más la porción que los demás hermanos recibieron (Génesis 43:31-34).
Al ver este cambio de corazón en sus hermanos, José mandó sacar a todos sus siervos y lloró a gritos, para que los egipcios y la casa de faraón lo escucharan. Luego, se dio a conocer a sus hermanos (Génesis 45:1-3). José inmediatamente los tranquilizó, diciéndoles que no estuvieran enojados con ellos mismos por lo que habían hecho con él y diciéndole que Dios lo había enviado a Egipto con el fin de preservarlos (Génesis 45:4-8). José reafirmó su perdón años más tarde, tras la muerte de su padre, diciendo que, aunque sus hermanos planearon el mal contra él, Dios lo encaminó para bien (Génesis 50:15-21). José envió a sus hermanos de vuelta a Jacob para traer el resto de su familia para irse a vivir a Gosén, donde estarían cerca a José, y donde él podría sustentarlos (Génesis 45:9-47:12).
Jacob vino a vivir a Egipto con toda su familia. Antes de morir, Jacob bendijo los dos hijos de José y dio gracias a Dios por su bondad: «No pensaba yo ver tu rostro, y he aquí Dios me ha hecho ver también a tu descendencia» (Génesis 48:11).
Puede haber muchas circunstancias penosas en las que nos encontremos, y algunas de ellas pueden incluso ser injustas, como las que José experimentó en su vida. Sin embargo, mientras aprendemos del relato de la vida de José, permaneciendo fieles y aceptando que Dios en última instancia está en control, podemos estar seguros de que Dios recompensará nuestra fidelidad en la plenitud de los tiempos. ¿Quién culparía a José si él hubiera rechazado a sus hermanos en su necesidad? Sin embargo, José les mostró misericordia, y Dios desea que tengamos misericordia por encima de todos los demás sacrificios (Oseas 6:6; Mateo 9:13).
La historia de José, presenta también una visión increíble de cómo Dios soberanamente obra para vencer el mal y llevar a cabo Su plan. Después de todos sus sufrimientos, José fue capaz de ver la mano de Dios obrando. Cuando reveló su identidad a sus hermanos, José habló del pecado de ellos de esta manera: «No os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. . .. no me enviasteis acá vosotros, sino Dios» (Génesis 45:5, 8). Más tarde, José nuevamente tranquilizó a sus hermanos, ofreciendo perdón y diciendo, «vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien» (Génesis 50:20). Las intenciones más perversas del hombre, nunca pueden frustrar el plan perfecto de Dios.