No tengo dudas que en mi experiencia vivida como “hijo de Pastor y en este tiempo como Pastor”, y si además pudiera decir en pocas palabras cuál ha sido mi resultado, creo que lo podría resumir así: muchos de los mejores y peores momentos de mi vida los he experimentado desde que el Señor me llamó a pastorear.
Mejores, porque he podido ver la mano del Señor desde la primera fila. He podido ver el poder del evangelio transformando al “peor” de los pecadores. He podido experimentar el amor de Dios por medio de una congregación que me ama. He tenido la bendición de ver a mi familia encontrando gozo al servir al Señor.
Pero hay otras veces muchas veces, más de las que quisiera recordar donde he experimentado la desilusión de ver alejarse del Señor a gente que tanto he amado. He visto en primera fila el engaño de Satanás operando en personas y/o familias enteras. He sido juzgado, rechazado, maltratado aún por “mis pares”, sin tener ellos causa o razón alguna. Me he sentido solo o en soledad cuando todo parecía estar “bien”. Hasta he llegado a considerar no continuar. Pero por sobre todas las cosas hay algo que me ha quedado sumamente claro hoy. El llamado pastoral es sumamente hermoso, pero a la vez sumamente difícil.
¿Valdrá la pena todo lo que hago? ¿Por qué el Señor me ha llamado a esto? ¿No habrá algo “mejor” que hacer? Estas preguntas siempre aparecen en esos momentos de dificultad, dolor, y lucha. Si somos honestos, no solo en lo Ministerial/Espiritual, sino en las finanzas, en la prédica sincera, sin pedir nada a cambio, sino por el contrario, dándolo absolutamente todo por amor a las almas, de lo cual puedo dar fe de hacerlo, pero porque he crecido al lado de un hombre de Dios como mi Padre, que en verdad cumplió con absolutamente todas estas expectativas. Siendo asi, todo pastor, tal cual me ocurre, se pregunta estas cosas en diversos momentos.
Pero como es de esperarse, el Espíritu Santo una y otra vez susurra a mi corazón la importancia y necesidad de mi llamado. Si tú eres pastor, pastora, apóstol, líder y te encuentras cansado, permíteme compartirte cuatro razones de por qué debes “seguir en la carrera hasta llegar a la meta”.
- Tú has sido llamado. Así como nosotros escogimos a Dios porque Él nos escogió primero, así también nuestra vocación nos fue dada antes de que la buscáramos.
“Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros” (Efesios 4:11).
Si esto es verdad (y lo es), entonces lo más natural es preguntarnos: si el Señor me ha llamado a esto, ¿no es Él fiel para darme lo necesario para perseverar? ¿Hay algo que Él demande de mí que Él mismo no vaya proveer (1 Cor. 10:13)?
“Dios escoge gente para ser pastores y los convierte en pastores de acuerdo a su plan… Fui creado por Él para ser pastor, ese es mi llamado… y después de conocer al Señor Jesús como mi Señor y Salvador, el ser pastor es mi más valiosa posesión”.
- Tu llamado es un privilegio. Tienes el privilegio de proclamar y enseñar una y otra vez las bellas profundidades de la Escritura. Has sido escogido para ser vocero, consejero, y maestro. Escucha la voz de Dios que te dice: “Predica la palabra. Insiste a tiempo y fuera de tiempo. Amonesta, reprende, exhorta con mucha paciencia e instrucción” (2 Tim. 4:2).
Recuerda que tú tienes el privilegio de alimentar a sus ovejas. Tu llamado no es a ser relevante… por lo menos no como la cultura moderna lo define, pues la Escritura siempre es relevante. Tampoco es a entretener; para eso hay circos. Tu llamado es a alimentar bien. ¿Qué mayor privilegio que ese?
“El pastor, por definición, es un pastor que alimenta. Él es subpastor del rebaño de Dios. Su tarea principal es alimentar al rebaño guiándolos hacia pastos verdes… El pastor está llamado a alimentar a las ovejas, incluso si las ovejas no quieren ser alimentadas”
En su infinita sabiduría, el Señor pone en nuestras manos a sus hijos. Como pastor, tengo una responsabilidad frente a Él y su pueblo de alimentarlos lo mejor que pueda. ¡Qué privilegio tan grande!
También tienes el privilegio de ser un modelo de entrega, fe, carácter y amor. El autor de hebreos escribe: “Acuérdense de sus guías que les hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imiten su fe” (Heb. 13:7).
“Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos, porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta” (Heb. 13:17).
Estos pasajes me hacen temblar cada vez que los leo. Hay muchos pastores que se enfocan en las palabras “acuérdense”, “obedezcan”, y “sujétense”. Yo me enfoco en “consideren”, “conducta”, “imitar su fe”, “velar”, y “dar cuentas”. Estas palabras me recuerdan la increíble responsabilidad que tengo. El Señor no solo me da el privilegio de predicar y enseñar, sino también el de modelar.
Alguien dijo: “Si un líder no está dispuesto a decir lo que Pablo dijo, ‘Imítenme a mí, como yo a Cristo’, entonces no debería ser líder”. Así mismo, un Pastor amigo y anciano en el ministerio una vez me dijo: “La gente no sigue solo ideas, la gente sigue gente”. Hay mucha sabiduría en eso. Pienso que es verdad. Daremos cuentas de lo que enseñamos y modelamos. ¿No te parece que el pastoreo es un privilegio increíble?
- Tu llamado es a confiar. Probablemente has experimentado la desilusión de sentir que no has hecho o dicho lo suficiente. Esto se aplica a la predicación y a todas las áreas pastorales. Sin embargo, lo que me ha mantenido hasta hoy, especialmente en esos momentos difíciles, es la convicción de que si he sido fiel al exponer, enseñar, y aplicar la Palabra, ella nunca vuelve vacía (Heb. 4:11-13). Yo creo esto firmemente: “Nunca predico sin creer que se hará algo que durará por la eternidad”.
Podemos descansar en eso. El Señor está más interesado en su rebaño que nosotros mismos. Pablo me es de inspiración. Era un hombre con plena confianza en la “necesidad de la predicación” (1 Cor. 1:21). No se dejó dominar ni por sus deseos, ni por sus luchas, ni por sus miedos, y mucho menos por temor al hombre (1 Cor. 9:19-23; 2 Cor. 7:5). ¡Estamos llamados a confiar!
- Tu llamado es por gracia. ¿Qué tienes tú que no se te haya dado? ¿No es tu llamado una evidencia de gracia? Y si es por gracia, ¿hay algo que puedas perder? ¿Hay algo que puedas ganar? ¿No está todo seguro en Cristo? Puedes descansar en eso.
Pero cuando olvido esa gracia, mi corazón se rebela. Siento que no puedo llevar las cargas de los demás, ¡cuando ese no es mi rol! Mi rol es apuntar a aquel que sí las puede llevar.
“Los pastores están especialmente en peligro a causa del activismo compulsivo, tanto cultural como eclesiástico, en el que estamos inmersos simplemente por estar vivos en este momento en la historia. Se necesita vigilancia cuidadosa y persistente para evitar caer en la trampa activista”.
Es por eso que se nos llama a cultivar vidas de oración, lectura, y dirección espiritual, para evitar caer en la trampa del activismo. Yo llamaría esto evidencias de gracia pastoral.
“Estos tres actos pastorales son tan básicos, tan críticos, que determinan la forma de todo lo demás…En el clamoroso mundo pastoral nadie nos llama a participar en estos actos … Estas tres áreas constituyen actos de atención: la oración es un acto en el que traigo mi atención delante de Dios, leer la Escritura es un acto de atender a Dios en su discurso y acción a lo largo de la historia, y la dirección espiritual es un acto de atención a lo que Dios está haciendo en Su pueblo.
Mi hermano, tú no simplemente pastoreas. Tú eres pastor. No es acerca de hacer. Es acerca de ser. Tienes un llamado, y es un privilegio. Aprende a confiar, y recuerda que todo es por gracia.
“Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6).
Deseo con todo mi corazón que estas palabras que salen de lo más profundo de mi corazón, les sean de bendición, fortalecimiento y restauración personal en la maravillosa tarea Pastoral. Sean bendecidos.
Pr. Horacio León (CDD Tu Casa San Antonio Oeste).